XXV Años. El tiempo entre dos imágenes para tu Vera+Cruz

Juan A. Hernández Morales

Vocal Actividades Culturales del Consejo de HHyCC

 

Y en el centro,

La Vera+Cruz como herencia,

Alta torre, nave y leño, guión teológico y alto,

Bandera de fe en el viento

Francisco  Garfías. 1985

 

 El Jueves Santo de 2015 se cumple veinticinco años de la bendición de la actual imagen del Stmo. Cristo de la Vera+Cruz que labrara, el escultor, D. Joaquín Moreno Daza.

 

La inminente celebración de estas bodas de plata, me hicieron reflexionar sobre la suerte que han corrido multitud de imágenes sagradas a lo largo de la historia, especialmente en aquellas que son de largo recorrido. Es el caso de las hermandades fundadas en otras centurias que han sobrevivido a los vaivenes de la historia, no así siempre sus imágenes sagradas.

Éstas al estar expuestas al culto público sufrieron, saqueos, terremotos, incendios fortuitos, multitud de traslados, clausuras, el desdén de sus cofrades o incluso la propia destrucción en el caso de conflictos bélicos.

 

Lo que sí es cierto es que al principio de todo fue la Cruz. La Santa Cruz o la Verdadera Cruz y que tras su culto fomentado por los frailes franciscanos,  llegaron las imágenes de los crucificados, al principio de pequeñas dimensiones para luego llegar a las proporciones actuales.

 

En nuestra hermandad de Vera+Cruz han tenido lugar todas  las circunstancias enumeradas anteriormente. Si bien,  a éstas,  vino a unirse la de la realización de una nueva talla del Cristo que viniera a sustituir a la anterior por una causa mayor.

 

Tal causa fue motivada por los materiales y la propia hechura del crucificado de postguerra realizado por Enrique Orce. Tras repetidas restauraciones, el Cristo volvía a presentar problemas en los brazos y en el sistema de sujeción a la cruz, incluso hasta cuando se optó por ponerle un tensor que iba desde la cruz hasta la tablazón de la canastilla para evitar en lo posible el movimiento en su paso.

 

La decisión de realizar una nueva talla, la toma la junta de gobierno junto al párroco, el 21 de febrero de 1989. El Viernes Santo de ese mismo año es Cristo de Vera+Cruz procesiona a hombros portado por su cuadrilla de costaleros a modo de vía crucis, no dejando indiferente a nadie a su paso.

 

A partir de la semana santa de 1989, la hermandad inicia los trámites para la realización de una réplica del Cristo, tras varias tomas de contacto con varios escultores en Sevilla y Huelva, se decide el encargo al escultor palmerino Joaquín Moreno Daza, que por aquel entonces había tallado el crucificado de la Hdad. de la Lanzada de la barriada de las Colonias en Huelva.

 

Y es aquí, con la llegada del nuevo crucificado de Vera+Cruz a Moguer en 1990, cuando la hermandad se enfrenta a la tesitura de tener dos imágenes del crucificado para una misma advocación y en un mismo templo.

 

Tras considerarse varias localizaciones para el antiguo crucificado de Orce bien en la parroquia y o en la propia ermita de Montemayor. Al final,  gracias al párroco D. Manuel Castilla y al director del Museo Diocesano de Huelva, D. Antonio Roca se decide trasladar el antiguo crucificado a la iglesia conventual de Santa Clara, siendo cedida ésta de forma temporal y ubicándose en un principio en el capilla central del lado del evangelio.

La llegada del nuevo crucificado de Vera+Cruz, obra de Moreno Daza aceleró el traslado del antiguo crucificado hasta la iglesia conventual. El hermano y reverendo D. Antonio Díaz Roca, dirigió el rezo de las estaciones del Vía Crucis y a altas horas de la noche, rozando la madrugada, el Cristo fue acompañado por multitud de hermanos, devotos y costaleros que iluminaban su paso con los antiguos codales blancos de cera hasta llegar al convento. ¿Qué caras?, ¿qué recuerdos?  y  que silencio. En en el interior de todos se palpaba tristeza, era en cierto modo una despedida y una incertidumbre ante lo nuevo.  Todos revivimos momentos y recuerdos junto a Él. No en vano su  bendita imagen acompañó a la hermandad durante unos cincuenta años. 

 

Los hermanos cruceros tuvieron que hacer frente, como siempre han hecho, al destino, a la voluntad. Pero necesitaban tiempo para hacerse a la nueva talla. Sin quererlo y a pesar de las similitudes de ambas imágenes surgieron las comparativas, fruto de las vivencias y de la propia nostalgia dando lugar a dos acepciones populares: “Vera+Cruz el viejo” y “Vera+Cruz el nuevo” que surgieron desde el cariño, desde la necesidad de no abandonar a uno para recibir a la otro. Fruto del sentimentalismo. Estos apelativos se sucedieron los primeros años. No era de extrañar, los hermanos y los fieles hicieron frente a dos imágenes para una misma advocación, a dos escultores distintos, a dos localizaciones para una misma devoción. Pero el tiempo y el espacio que lo curan todo o casi todo fueron llevando todo a su sitio.

 

Y así, tras la bendición realizada el Jueves Santo de 1990 en el altar mayor de la parroquia, tras los oficios, tuvo lugar su primer besapiés,  su primera subida al paso, instantes únicos e irrepetibles, su primer monte de claveles,  su primera salida, la ampliación de su paso procesional, su primeros hachones de cera verde, para luego volver a su capilla junto al resto de titulares y recibir las primeras oraciones. Para el año siguiente regresar  al altar mayor y recibir su primer triduo cuaresmal, presidir su primer Vía+Crucis de hermandades, sus primeras lluvias, no hay viernes santo sin ellas y así un largo etc. Hasta ocupar hoy día nuestros corazones, como siempre fue, pues la advocación y la devoción a la verdadera cruz de Cristo,  está por encima de su representación sagrada.

 

Si bien, quedó claro que no fue fácil, ni para los mayores ni para los jóvenes, todos tuvimos  la necesidad de una transición ordenada de los acontecimientos como así ha ocurrido. Hoy me siento dichoso de haber vivido en primera persona esos momentos. Verme en en aquellas fotografías a la edad de 16 años cuando formaba parte de aquel inolvidable grupo joven, que tanta savia nueva ha aportado a la hermandad, me ha traído innumerables recuerdos a la mente que espero compartir en los actos programados con motivo del 25 aniversario.

 

Hoy, tenemos la dicha de disfrutar de Tú bendita presencia en ambas sedes, la canónica en la parroquia y la social, en la casa de hermandad como si de un azulejo devocional se tratara,  siendo nuestro saludo siempre para Ti, cada vez que entramos o salimos de la capillita de encuentros.  Con el tiempo he aprendido que el misterio de Tú Verdadera Cruz va más allá.

 

Y puedo encontrarte en cualquiera de las cruces que coronan las espadañas y torres de nuestros templos, en las cruces que indican los cruces de calles y caminos de nuestro pueblo, en planta latina de nuestra parroquia, en la arrugada estampa de la cartera, en mi casa junto a mis tesorillos cofrades. En las cruces que soportan día a día familiares y amigos haciéndoles frente con fe, pero sobre todo en los corazones de los cruceros que comparten conmigo devociones y de aquellos que gozan de Tú presencia allá en los cielos.  Pero permíteme que cada Viernes Santo, busque Tú infinita Cruz avanzar por el porche que te eleva a esa mansedumbre de Dios hecho hombre que en su infinita bondad y misericordia abre sus abrazos para ofrecerte su redención, su amor y su vida.

 

Si no lo has visto aún y no has tenido la dicha de sentir su inmenso abrazo, ve a buscarle, un cuarto de siglo lleva marcado en su cuerpo. Búscale un Viernes Santo, bajo la inmensidad del arco de la puerta del Sol de su templo, cuando el ocaso mortecino de la primavera anuncia su eterna Victoria. Así que pasen otros 25 años,  siempre junto a Ti.

 

 

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