Francisco Pérez Benítez

In memoriam

Francisco Pérez Benítez fue, junto a un puñado de moguereños uno de los principales impulsores de la recuperación de la Antigua Hermandad de la Vera+Cruz de nuestra ciudad en los difíciles años cuarenta. En homenaje a su memoria pretende ser esta semblanza una prolongación merecida de su recuerdo.

 

            El menor de los cinco hijos del matrimonio formado por Encarnación Benítez Bretones, natural de Aracena, y del moguereño Manuel Pérez Tello, nació el 15 de Febrero de 1906, en la casa número 48 de la calle Limones. Al calor de una familia sencilla que, como la mayoría en el pueblo por aquellos años, tenía su sustento en la tierra de labor –su padre se dedicaba a cultivar una pequeña huerta-, desarrolló desde muy pronto tremendas inquietudes y halló la oportunidad, a la corta edad de doce años, de ingresar en el Seminario Diocesano de Sevilla, por entonces con sede en el Palacio de San Telmo. Sin duda, sería esta etapa de intensa formación intelectual, pastoral, espiritual y humana todo un hito que repercutirá y determinará, en buena medida, el resto de su propia vida y la de quienes le rodearon.

 

            Después de trece años, en 1931, con un sólido cuerpo de conocimientos de seminarista de grado superior en Humanidades, Filosofía, Teología, Derecho Canónico y Liturgia, regresó a Moguer y al seno familiar. La singularidad de sus importantes conocimientos en el pueblo de aquella época, su talante afable y su dedicación plena no habrían de pasar inadvertidos.

 

            Nada más llegar se puso al servicio de la Parroquia asumiendo ese mismo año el cargo de Sacristán que desempeñaría con entusiasmo y entrega hasta la década de los cincuenta, amén de tantas otras actividades que hicieron del ámbito religioso y eclesiástico la razón de su existencia. Así, aparte de cumplir escrupulosamente con los cometidos propios del referido cargo, siendo Párroco Don José Domínguez Pabón, fundó junto al entonces coadjutor Don Antonio Almonte Infante la Escuela Parroquial, donde se dedicó a impartir clases y que se convirtió en emblema educativo y docente en unos años verdaderamente penosos por el elevado índice de analfabetismo, dadas las circunstancias por todos conocidas. Y por la misma época, impulsó también con maestría el Coro de la Parroquia, del que él mismo formó parte como miembro –fue el Sochantre-, movido por el deseo de recuperar en su Moguer el realce y la solemnidad que la música aporta a las celebraciones litúrgicas.

 

          

  En 1943, junto a otros moguereños vinculados con la Parroquia, pusieron en marcha la reorganización de la Antigua Hermandad de la Vera+Cruz. Del censo de hermanos que data las primeras altas el 10 de Abril de 1943, se desprende la relación nominal de los cargos de aquella primera Junta de Gobierno: Hermano Mayor, Luis Pérez-Ventana Rasco; Vice-Hermano Mayor, Basilio Rodríguez-Thorices de la Prada; Secretario, José Gómez y Gómez; Tesorero, Antonio Morales Barrera; Diputado Mayor, Francisco Pérez Benítez;  Diputado Primero, Roberto Méndez Adalid, y Diputados, Ricardo Pérez-Ventana Rasco, Enrique Flores Moreno y Pedro Quintero Rodríguez.

 

Con mucha más imaginación y empeño que medios, conseguirían hacer la primera y segunda estación de penitencia desde la Iglesia Conventual de Santa Clara, dado que el edificio de la Parroquia de Nuestra Señora de la Granada no pudo reabrirse al culto hasta el 14 de Abril de 1944. Desde entonces no escatimó esfuerzos para alentar el desarrollo y consolidación de la Hermandad, la mayoría de las veces fuera de sus propias Juntas de Gobierno pero trabajando junto a ellas como uno más, asesorando y apoyando a quienes formaban parte de ellas como una prolongación más de su propia misión eclesiástico-pastoral. Don Francisco fue durante años la batuta que en silencio guió los pasos de quienes, entre la fe y la tradición, se prestaron para recuperar el rico patrimonio devocional, religioso y cultural que les había legado la Historia. Por ser la persona idónea para ello, como se deduce del Libro Mayor de las cuentas de la Hermandad datado entre 1943 y 1965, fue sistemáticamente el encargado de conseguir las túnicas, la cera, el incienso, los predicadores o los organistas para triduos, quinarios y salidas procesionales.

 

            Esta disponibilidad incondicional, generosidad constante y colaboración desinteresada le valieron el nombramiento de Hermano Mayor Honorario: en Sesión Ordinaria de 13 de Abril de 1971, bajo la presidencia del Señor Cura Párroco Fray Eugenio de Sevilla, el entonces Secretario de la Junta de Gobierno presidida por Don Antonio Rodríguez Morales, el señor Don Antonio R. Santos Domínguez propuso “el nombramiento como Hermano Mayor Honorario a nuestro antiguo y fundador hermano Don Francisco Pérez Benítez, al que la Hermandad le está muy agradecida por su entrega total, quedando aprobada tal propuesta por unanimidad, asimismo se acordó entregarle un pergamino como testimonio de su nombramiento”. Y así sería para siempre según refleja la documentación, lamentablemente escasa, que obra en el Archivo de la Hermandad. Por poner tan sólo algunos ejemplos significativos insertamos a continuación unos fragmentos de tenor literal de las actas levantadas en las Sesiones Ordinarias de 26 de Febrero de 1972, y 18 de Febrero de 1973, respectivamente -ésta última, sólo unos meses antes de su fallecimiento del que ya se han cumplido treinta y seis años-.

 

“Teniendo teóricamente esta Hermandad dos nombres de Virgen y no existiendo nada más que una, es decir Nuestra Señora de la Paz, nuestro Secretario Antonio R. Santos Domínguez conjuntamente con un sacerdote de nuestro pueblo, Don José Manuel Gálvez Conde, tras varias gestiones pudieron conseguir una talla del siglo XVI, la cual se le entregó al escultor onubense Don Antonio León Ortega, para su adaptación a una virgen de pasión, cuyo nombre es Nuestra Señora de la Soledad, quedando así completo el número de titulares que establece los Estatutos de nuestra Hermandad. Los honorarios del escultor fueron donados por nuestro Hermano Mayor Honorario Don Francisco Pérez Benítez, teniendo lugar la bendición de dicha imagen el Viernes Dolores, durante dicha bendición fueron hechadas al vuelo las campanas de la Parroquia, asistiendo a la misma todas las hermandades de penitencia, autoridades civiles y militares, y finalmente se entonó una salve ante la imagen”.

 


“Por el Hermano Mayor se dió a conocer la compra de una corona de plata dorada repujada con pedrería para Nuestra Señora de la Soledad, que se estrenaría en la estación de penitencia de este año. Realizada en los talleres de orfebrería de Seco en la ciudad de Sevilla su coste se elevó a 35000 pesetas prestadas por Don Francisco Pérez Benítez haciéndose responsable esta Hermandad de pagarle las referidas pesetas. Si bien nuestro hermano Don Francisco nos indicó que su deseo era donar el importe de dicha corona. También será estrenada una toca de oro que ha sido donada por dicho Hermano Mayor Don Francisco Pérez Benítez”.

 

            Con el paso del tiempo, la enorme y creciente Parroquia de Moguer brindó a un hombre como él múltiples cometidos: destacó igualmente por su labor alentadora en la incipiente celebración de la Romería en honor de Nuestra Patrona, la Virgen de Montemayor, junto a Don Eulogio Núñez Villagrán, coadjutor en 1954; o por su incansable apoyo a las vocaciones sacerdotales que por aquellos años nacían y que con el tiempo tan fructíferas resultaron. La impronta de sus influencias quedó patente primero en su formación, y luego en la propia ordenación como sacerdote de quienes fueron sus discípulos desde bien jóvenes –Antonio González Piosa, Serafín Hernández Garrido y José Antonio Díaz Roca-, o dejando en lo más profundo tan buenas semillas que no dejarían de germinar como se refleja en la reciente ordenación Antonio Flores Díaz –Fray Antonio de Moguer, Capuchino-, quien siendo un niño también compartió con él la convivencia en la Parroquia.

 

            La otra vertiente o pilar fundamental en la vida de Francisco fue la familia. El maestro docto, el hombre serio cultivado en latines fue cariñosamente en el entorno familiar el entrañable “tio Paco”.

 

            Su padre había fallecido mientras aún estudiaba en el seminario, y cuando regresó su madre viuda y su hermano Antonio, aún soltero, convivían junto al nuevo núcleo familiar formado por la menor de sus hermanas, María Rosario, y su esposo, Francisco Venegas, junto a sus seis hijos. Con nosotros compartió su dimensión más humana.

 

            Hombre emprendedor e inteligente no escatimó esfuerzos en contribuir a paliar las estrecheces de la economía de una familia numerosa con escasos recursos. En 1942 comenzó su actividad laboral como oficial del Registro de la Propiedad, que ejercería hasta su muerte. En los años sesenta auspició la creación de una empresa familiar de transportes a la que denominó, como no podía ser de otra forma, “Transportes San Francisco”, y que adaptándose a los nuevos tiempos contaría con dos camiones –un pegaso y un barreiros-, nada menos, con la pretensión de ampliar las perspectivas profesionales de los sobrinos mayores, Paco y Manolo Venegas, dando una nueva dimensión a una parcela profesional bien conocida en casa pues el abuelo Paco dedicó buena parte de su vida precisamente al transporte, pero claro con carros y tracción animal.

 

            Su formación privilegiada también se evidenció en casa, en su gusto por la lectura y los libros, la fotografía, la adquisición de objetos religiosos, los cortos viajes culturales, o las tertulias con los Hermanos Capuchinos en el tercer portal de la casa número 6 de la calle La Cárcel, a veces rodeado de la más sencilla trivialidad en torno al aparato de televisión en blanco y negro y un partido de fútbol.

 

            Francisco Pérez Benítez fue un hombre excepcional. No llegó a ordenarse sacerdote, pero quienes tuvimos la suerte de conocerle sabemos que vivió con gozo rozando el ejercicio del ministerio.


 


 Revista Semanan Santa de Moguer. 2010 P.34-36

José Enrique Morales Venegas

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